martes, 3 de junio de 2008

Carta a mi padre

Querido padre,

He dejado el instituto finalmente, o, al menos, he confirmado ayer la idea.
¿Por qué está ese "al menos" aún?, bueno... La verdad en la única cosa en que puedo darte la razón, padre, es que no tengo suficiente coraje para tomar una decisión, para independizarme en ciertas cosas incluso. Sí, ahí tenés razón. (Por ahora)

Las cosas están feísimas en casa. Mi madre te quiere, pero a vos parece no importarte más que tu estúpida, sedentaria, aburrida y egoísta vida.
Yo soy un poco como vos, sí. Pero, con la gran diferencia que yo sé en dónde me estoy equivocando, y sé disculparme, sé hablar como una persona civilizada y no veo las cosas en blanco o negro. "También hay zonas grises".

Yo siempre defendí a mi madre, el único ser que puedo afirmar que me ama, y al cual yo realmente amo también.
Aunque somos personas distintas, y tarde o temprano la realidad nos separará. No quiero pensar en eso, pero sí en que debo hacerme más fuerte para afrontar al mundo.

Mi madre ya no deja que vos la entristezcas más. Se ha vuelto fuerte en ese aspecto. Tanto al punto de que casi te ha abandonado, y no le interesa cómo estés.
¿Pero hay que sentir pena realmente, por un hombre al que sólo le interesa Su vida personal?, pues... no. Vos padre, estás llegando al punto en el que nadie te tiene pena, nadie te entiende, nadie te da la razón, ni nadie te puede ayudar. Estás desgastándote, hundiéndote en tu pozo de cinismo y egoísmo, del que te rehúsas neciamente a salir. Lo aceptás, que es triste también, y decís: "Soy así". Pero con eso no cambiamos el mundo... La gente vive con gente, y sin gente no hay mundo.
Lo más triste de todo, es que yo me estaba volviendo así, Exactamente igual. Vos no pudiste ver eso, ni reflejado en mi.

Hice todo lo posible para ayudarte, padre.
Vos nunca te diste cuenta ni probablemente lo hagas jamás, de que yo soy el único ser humano que no te ha abandonado.
Pero estoy cansado, padre. Me has hartado. Actuando por tus intereses personales, has agotado mi casi ilimitada paciencia, me has destrozado y no te ha importado. Prefieres seguir solo.
Así será.
Te daré tiempo, pero muy poco, a que te arrepientas. Estoy muy seguro de que no lo harás, rezo por equivocarme.

Has quitado mis lágrimas en tu muerte.

Hora de mirar hacia adelante, o al menos intentar nuevamente.
Destruido, me levantaré, y miraré al camino al frente.

Es hora de vivir.

Tu hijo, Matías.